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Cómo Descubri El Ácido Y Qué Pasó Después En El Mundo

LA HISTORIA DEL LSD

de Albert Hofmann

 

Una y otra vez se dice y escribe que el descubrimiento del LSD fue casual. Ello es cierto sólo en parte, pues se lo elaboró en el marco de una investigación planificada, y tan sólo más tarde intervino el azar: cuando el LSD ya tenía cinco años, experimenté sus efectos en carne propia... mejor dicho, en espíritu propio.

 

[...]

 

Hay experiencias sobre las que la mayoría de las personas no se atreve a hablar, porque no caben en la realidad cotidiana y se sustraen a una explicación racional. No nos estamos refiriendo a acontecimientos especiales del mundo exterior, sino a procesos de nuestro interior, que en general se menosprecian como meras ilusiones y se desplazan de la memoria.

 

La imagen familiar del entorno sufre una súbita transformación extraña, feliz o aterradora, aparece bajo una luz diferente, adquiere un significado especial. Una experiencia de esa índole puede rozarnos apenas, como una brisa, o grabársenos profundamente.

 

De mi niñez conservo en la memoria con especial vivacidad uno de estos encantamientos. Era una mañana de mayo. Ya no recuerdo el año, pero aún puedo indicar exactamente en qué sitio del camino del bosque del monte Martin al norte de Baden (Suiza) se produjo. Paseaba yo por el bosque reverdecido, y el sol de la mañana se filtraba por entre las copas de los árboles. Los pájaros llenaban el aire con sus cantos. De pronto, todo se apareció en una luz desacostumbradamente clara. ¿Era que jamás había mirado bien, y estaba viendo sólo ahora el bosque primaveral tal como era en realidad? El paisaje resplandecía con una belleza que llegaba al alma de un modo muy particular, elocuente, como si quisiera incluirme en su hermosura. Atravesome una indescriptible sensación de felicidad, pertenencia y dichosa seguridad.

 

No sé cuánto tiempo duró el hechizo, pero recuerdo los pensamientos que me ocuparon cuando el estado de transfiguración fue cediendo lentamente y continué caminando. ¿Por qué no se prolongaba el instante de dicha, si había revelado una realidad convincente a través de una experiencia inmediata y profunda? Mi alegría desbordante me impulsaba a comunicarle a alguien mi experiencia, pero ¿cómo podría hacerlo, si sentí de inmediato que no hallaba palabras para lo que había observado?

 

Me parecía raro que, siendo un niño, hubiera visto algo tan maravilloso que los mayores evidentemente no percibían, pues jamás se lo había oído mencionar. En mi niñez tuve posteriormente algunas más de tales experiencias felices durante mis caminatas por bosques y praderas. Ellas fueron las que determinaron mi concepto del mundo en sus rasgos fundamentales, al darme la certeza de que existe una realidad oculta a la mirada cotidiana, insondable y llena de vida. En aquel tiempo me preguntaba a menudo si tal vez más adelante, cuando fuera un adulto, sería capaz de transmitirles estas experiencias a otras personas, y si podría representar lo observado como poeta o como pintor. Pero no sentía vocación por la poesía o la pintura, y por tanto me parecía que acabaría guardando aquellas experiencias que tanto habían significado para mí.

 

De modo inesperado, pero seguramente no casual, sólo en la mitad de mi vida se dio una conexión entre mi actividad profesional y la observación visionaria de mi niñez. Quería obtener una comprensión de la estructura y la naturaleza de la materia; por eso estudié química. 

 

Algunos alucinógenos ingresaron, como sustancias activas de interés científico, a la investigación médica, la biología y la psiquiatría, y alcanzaron también una amplia difusión en la escena de las drogas, sobre todo el LSD.

 

Al estudiar la bibliografía conectada con estos trabajos, llegué a conocer la gran importancia general de la contemplación visionaria. Ocupa un lugar importante, no sólo en la historia de las religiones y en la mística, sino también en el proceso creador del arte, la literatura y la ciencia. Investigaciones recientes han demostrado que muchas personas suelen tener experiencias visionarias en la vida cotidiana, pero que generalmente no reconocen su sentido ni su valor.

 

Experiencias místicas como las que tuve en mi infancia no parecen ser nada extrañas. El conocimiento visionario de una realidad más profunda y abarcadora que la que corresponde a nuestra conciencia racional cotidiana hoy día se persigue por diversas vías, y no sólo por parte de adherentes a corrientes religiosas orientales, sino también por representantes de la psiquiatría tradicional, que incluyen este tipo de experiencia totalizadora como elemento curativo fundamental en su terapia.

 

Comparto la opinión de muchos contemporáneos de que la crisis espiritual en todos los ámbitos de vida de nuestro mundo industrial occidental sólo podrá superarse si sustituimos el concepto materialista en el que están divorciados el hombre y su medio, por la conciencia de una realidad totalizadora que incluya también el yo que la percibe, y en la que el hombre reconozca que él, la naturaleza viva y toda la creación forman una unidad.

 

La historia del LSD hasta nuestros días muestra de sobra qué consecuencias catastróficas puede tener su uso cuando se menosprecia sus efectos profundos y se confunde esta sustancia activa con un estimulante. Es necesaria una preparación especial, interior y exterior, para que un ensayo con LSD se convierta en una experiencia razonable. La aplicación equivocada y abusiva han convertido para mí, el LSD en el hijo de mis desvelos.

 

En este libro quiero dar un cuadro detallado del LSD, de su origen, sus efectos y posibilidades de aplicación, y alertar sobre los peligros que entraña un empleo que no tome en cuenta los efectos tan singulares de esta sustancia. Creo que si se lograra aprovechar mejor, en la práctica médica y en conexión con la meditación, la capacidad del LSD para provocar, en condiciones adecuadas, experiencias visionarias, podría transformarse de niño terrible en niño prodigio

 

ALBERT HOFMANN, 1979

La Historia Del LSD

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